Wednesday, January 03, 2007

De mi guarda...


El lastre lo llevaba desde hace tiempo, fué así, nadamás, tan de pronto que de un segundo a otro solo se dió cuenta del dolor. Muy poco después su cuello aprendió a soportar la carga, las llagas sanguinolentas clamaban por descanso, sin embargo prefirió callar y avanzar con el pesado tormento hasta más adelante, paso tras paso, en el que cada uno le gritaba desde abajo como su meta se mantenía cada vez más lejana y utópica. Optó por descansar, por tender su cuerpo sobre la hirviente arena que carcomía cada parte de si, que la doblegaba; fué cuando sus piernas falsearon, pareciera que se hicieron de papel, de un papel que se quema poco a poco bajo el inclemente ardor de un sol maligno y vil que goza de terminar con el sueño entre las estrellas, novias lésbicas unas de otras, termina con sus besos y con las orgías que las mantiene titilando madrugadas enteras, sin sueño, sin sonido...


Y así, sin pensar, solo caer, caer ante el efluvio invisible del inclemente calor de la mañana, con el lastre en el cuello y sabor de metal en su lengua...


Cayó, y sin cerrarlos, vió aproximarse hacía sus ojos la hirviente arena del desierto experimentando en cada grano, un poco de angustia, de dolor...
Sintió su cuerpo fundirse con ese ambiente hostil y desconocido, sintió sus ojos desintegrarse y se entregó de bruces al cansancio que contraía su pecho en críticas convulsiones desde hacía tiempo.


Encontró muchas cosas en un abrir y cerrar de ojos, encontró juegos luminosos vomitando ilusorias formas conformantes de extrañas suertes de figuras y alimañas imaginarias, oníricas, varias ellas.


Encontró su propio reflejo cubierto por luz de sol, reflejo seco, muerto y tan iluminado que parecía vivo, su cabello era color de la arena del desierto; análogas visiones que nisiquiera se entendía como podían separarse el uno de la otra; granos y cabellos, finos, ambos muertos bajo la efigie terrible y luminosa de la que todos los entes del desierto eran presas.

-Angel de la guarda, dulce compañía...- musitaba sin cesar ante un clima sordo que lo devoraba a cada segundo.
-No me desampares ni de noche ni de día...- imbecil acudía a su mar de rezos preguntando por su angel guardían, el cual yacía muerto, calcinado, metros atrás, con el rostro descarnado, devorado en sus entrañas por criaturas deformes de negras plumas y largos y ensangrentados picos.


Dolor... El lastre se convirtió en placer, sú último placer, y recitó con voz de acero por el metal de su lengua, el final de su oración.


-Porque, sin tí; yo moriría...-

1 Comments:

Blogger Ela é said...

wow!!! me has dejado sin palabras... me gustó tu texto. Un beso!

7:00 PM  

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